El pasado en el pasado.
A veces de verdad añoro los tiempos más fáciles. Aunque en retrospectiva no fueron tan fáciles tampoco… aquellos días en que las preocupaciones, las acciones, los problemas eran diferentes.
Llegar a tiempo para ver los Caballeros del Zodiaco, saber si traía los dos pesos para comprar la paleta helada, terminar la tarea antes de irme a dormir, preguntarme por qué había tantos peces raros en el mar.
Y ahora resulta que todo es más complicado, más intenso, más penetrante y más duradero. La familia y sus issues, enfermedades y necedades; los amigos y sus cargas, sus deseos y sus secretos.
Y al final uno mismo, con sus miedos, con sus inseguridades, con su incertidumbre… cosas que se han ido acarreando a lo largo de los años, y que aunque algunas de las cosas más pesadas se han dejado detrás, aún queda algo que sobrellevar.
Ya ni llorar es bueno. Pero es que detrás y a pesar de todo, está esa esperanza que surge de saber que estás y que están. De poder decir que pudiste ver un día más junto a los que te importan. Que tienes curiosidad de saber qué es lo que vendrá, y aflora el agradecimiento de que… si las cosas que pasaron no lo hubieran hecho, no serías lo que eres ni estarías donde estás. No serías tú. Y si hay algo de lo que jamás me arrepentiré, es ser yo.
Sólo me queda estar agradecido con Dios y con la vida, de que soy y estoy. Estamos. Estaremos, aunque sólo sea por un tiempo. Más vale decir aquí y ahora, que nunca.
Uffffffffffffffffffffffffffffffff. That’s it.
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